¡ASÍ DE JODIDO ESTÁ EL PAÍS!

«¡Así de jodido está el país —grita Don Ray, el orgulloso y autonombrado Indio Zapoteco de los plantones, en un intento de desalojo motivado por la cerrazón del billete—, como esta bandera!»: un trapo verde, blanco y rojo con un águila y una serpiente al centro que viene ondeando sobre la calzana Independencia desde las seis de la mañana, hace casi dos horas, cuando se decidió en una fogata no entregar las oficinas de recaudación de rentas a pesar del acuerdo de los bikers con el gobierno. 

El resguardo de las oficinas es tenso, con trabajadores y supervisores intentando romper las delgadas filas que tienen los manifestantes y policías estatales detrás de ellos en el momento más delicado. Pero la vida te da sorpresas, como dice Rubén Blades, y los policías no parece estar en nuestra contra. Al contrario, porque cuando más presión ejercen los trabajadores de gobierno contra la barrera humana de manifestantes, un oficial de policía se acerca a otro y le dice: «Dieron un 98… ¡Hey!, dijeron 98». ¿Qué chingados significa 98?, me pregunto.

«Con permiso», dice un oficial atrás de mí, entre la cochera de metal y yo, antes de salir de su encierro. Y los policías se van. Vuelven a sus carros. ¿Pero ahora qué? ¿Nos quedamos aquí? ¿Resistimos nada más? ¿Regresamos al recinto de palacios?

El sol todavía alarga al doble las sombras de sus cosas; amarillo, azul y asfalto son los colores de la imagen. Los manifestantes están tomados del brazo y forman una cadena humana, pero los oficinistas se apuran hacia la entrada principal. «¡Ey, se están metiendo por allá! —dice uno con bandera— ¿Quién tiene cuidado la puerta de allá?» Pero nadie responde y el que hace la pregunta sale corriendo a la esquina del edificio y se pierde al girar a la izquierda: «¡Vengan!»

Un puño de supervisores ha logrado meterse al edificio. Los manifestantes llegan y cubren la entrada con su cuerpo y banderas nacionales. Los periodistas se acercan a todos (manifestantes y empleados), vampiros del voyeour, y hacen preguntas al aire para que alguien las tome. Una mujer de edad mediana se acerca a los manifestantes y les pregunta dónde puede firmar la lista de iniciativa para derogar la Ley del Agua.

«Saca esto en la tele —le dice un manifestante a una reportera de Televisa—: que gente todavía llegar para firmar peticiones». La delgada chica rubia pela los ojos y dice que sí, que lo va a reportar.

Un supervisor de oficina cercano a los sesenta años, todavía fuerte y enojado con los manifestantes, dice llevar 37 años en el servicio público (debe ser horrible) y que nadie lo había obligado a nada esa mañana. «La Ley del Agua no me afecta —dice fácilmente, como si la bronca no fuera suya—. Ya estuvo bueno con los bloqueos, Kiko Vega dijo que va a derogar esa ley y la va a derogar. El gobernador no se puede echar para atrás: si dijo algo en público lo va a cumplir. Lo conozco desde hace muchos años y es muy buena persona, no como otros políticos que ni siquiera te saludan. No, no creo que el plantón tenga nada que ver con la decisión de Kiko Vega. Las marchas sí, pero el plantón no». 

Entre la trifulca salen a relucir nombres conocidos en situaciones predecibles, entre ellos el de la diputada del PAN Triny Vaca, quien votó a favor de la Ley del Agua y se construye una casa en San Diego. Todo para que se barra demasiado fácil y pronto, esperando la siguiente oportunidad  en la que pueda hacerse de dinero. También se rumoraba que Victoria Bentley buscaba, en ese momento, romper las filas de los plantones del palacio municipal por medio de la provocación y la violencia.

«¡El Indio Zapoteco les dice que estamos aquí porque ese acuerdo del gobernador todavía es palabra! ¡Pueblo, escucha, no estamos aquí por tercos! ¡Estamos aquí porque el gobierno todavía no nos ha dado solución! ¡Es pura palabra, y de palabras ya estamos hartos! ¡Pueblo mexicalense, sólo cuando tú ya hayas visto de forma pública la firma, nomás así… mientras no veas esos hechos, pueblo, mientras no veas su cara cuando dice esas palabras no creas nada de lo que te diga esa serpiente!»

El texto anterior fue parte de una serie de crónicas que se publicaron a finales de 2016 y principios de 2017 en el diario Monitor Económico y en la revista El Septentrión. El orden en el que aparecen aquí no corresponde a su cronología original .